miércoles, 4 de septiembre de 2013

Llamando a las cosas por su nombre.... ¡Aunque duela!


Extraordinario artículo que no requiere más comentario por mi parte que felicitar a su autor. Aquí os lo traigo para que, como a mí, os haga reflexionar y actuar consecuentemente.

5.08.13
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo
Luis I. Amorós
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
Vayamos con un poco de palabrería. Desde hace casi 60 años, con el descubrimiento del ADN, se sabe que el ser humano que crece en la matriz es un ente distinto de su madre, de la que depende para su sustento, al menos el tiempo que permanezca dentro del útero, y normalmente también después. Precisamente esa dependencia es la que ha creado el instinto maternal: cuidado y protección del hijo. Ese instinto es natural, pero hace tiempo que en nuestro medio ya no es normal (entendido como socialmente normativo). La razón es la negación de la verdad científica que el ADN nos ha enseñado. Es decir, que el feto no es una parte del cuerpo sobre la que la madre pueda decidir como si fuese el bazo o una mano. No obstante, esa premisa falsa sigue hoy tan viva como cuando se postuló, hace muchísimos años, como eslogan. Actualmente, el aborto es considerado algo aceptable, e incluso, por un sector creciente de la población, como un derecho. La ideología triunfó sobre la verdad científica y el orden moral natural. No está mal reflexionar así, pero recordemos que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
“Siempre ha existido el aborto”. Es cierto; como el infanticidio, el parricidio, el suicidio, el magnicidio, y otras formas que quitar violentamente la vida a un ser humano. Antiguamente lo más usado era un hongo parásito de los cereales conocido como “cornezuelo de centeno”, cuyo extracto de alcaloide provoca contracciones de parto antes de tiempo, expulsando al feto. Normalmente eran mujeres que sabían de hierbas las que lo proporcionaban a las que lo pedían. Eran curanderas y, si se les descubría, alguna acababa quemada como bruja. Las mujeres que clásicamente se provocaban el aborto eran jóvenes solteras o viudas; según la honra social femenina contemporánea, no debían ser madres, pues el fruto de su vientre provenía de la fornicación. La realidad es que eran una minoría, las consideradas peores; la mayoría tenía al hijo en secreto y lo dejaba en la puerta de un hospicio o en el torno de un convento. En aquella época, ninguna mujer casada (o con “pareja estable”) pensaba en la muerte del hijo de sus entrañas. Incluso consideraban el embarazo como una bendición. Verdades como puños, sin olvidar que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
Hace un par de meses, Soraya Sáez de Santamaría, vicepresidente del gobierno, aseguró en una reunión privada con parlamentarios y periodistas que la reforma de la ley del aborto quedaba suspendida sine die. Es que unas actrices feministas habían hecho una campaña en la tele en contra de cambiarla. También se había recibido alguna que otra presión de las que no trasciende a los medios, no lo duden. Manuel Jabois tiene ahora 34 años, se dedica al periodismo aunque no ha cursado la carrera, y también es escritor en sus ratos libres. Pedro J. Ramírez lo ha fichado para el diario “El Mundo”; se confiesa admirador de Arcadi Espada, uno de los redactores del propio diario. Cualquier casualidad es pura coincidencia. Jabois no es necio, sino un hombre leído e inteligente, que escribe con ingenio. El día 26 de junio publicó en dicho diario un artículo titulado “el aborto licenciado”. Esperaba yo un alegato sobre el “derecho a decidir” (que al feto no se concede) o una charla sobre el 0,1% de abortos solicitados por “riesgo para la vida” de la madre o el 0,01% de abortos solicitados por violación, o cualquier otro típico tópico liberal-progresista. La cháchara de siempre para no hablar de que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
Pero no. El amigo Jabois va por otro lado y nos regala perlas como estas: “no se trata de una posición política sino religiosa; no se trata, la pretendida reforma del gobierno, de un cambio democrático sino teocrático: de la creencia de que la vida surge de un estadio superior a la ciencia”. Desconocía yo que la vida surgía de la “Ciencia” (con mayúsculas, Manuel, por favor), que no es sino el conjunto de conocimientos humanos estructurados sistemáticamente. De hecho, viene de la palabra latina que significa conocimiento. ¿La vida surge de los conocimientos humanos estructurados? Qué cosas, Jabois… repásalo, anda, porque corres el riesgo de decir tonterías. Bueno, en realidad no es un riesgo, sino una realidad; véase: “Gallardón insiste en que los padres, por su espléndido dedo, tengan los hijos que dicte la Providencia [en mayúsculas, por favor, Jabois]”. ¿¿¿??? ¿Este es todo tu argumento, Manuel? ¿Gallardón va a hacer una ley citando a la Providencia? Mucho más relevante la conclusión del artículo: “Al fin y al cabo ésta es la característica fundamental del debate sobre el aborto: la decisión, enigmática, que un gobierno toma sobre tu gestión del coito”. ¿El coito, Manuel? No, hombre, aquí de lo que estamos hablando es de que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
No soy tan joven para no recordar cómo a finales de los años 80 los señores progresistas que impulsaron la primera ley del aborto y su puerta gatera del “riesgo para la salud psicológica de la madre” que inauguró el aborto libre en nuestro país, se subían las gafas indignados a propósito de la acusación de que el aborto acabara usándose como un método anticonceptivo: “no, no, eso jamás. Precisamente la legalización del aborto y la implementación de políticas de educación sexual propiciarán el control poblacional y los abortos disminuirán, blablabla”. Todo para que en 2013 Jabois nos confirme con total tranquilidad que, efectivamente, el aborto es un método de regulación de la natalidad más. 120.000 al año. No se trata de que una mujer ordene que se trocee, queme, envenene, raspe y succione a un cubo de basura al hijo que crece en su vientre. No. La cosa está relacionada con que el gobierno quiere “gestionar el coito”. Y todo por motivos teológicos (me mondo). ¿Sabrá Manuel lo que es la teología? ¿O forma parte esa disciplina de la vasta colección de sus ignorancias? Porque lo que revela este artículo no es la posición super-modernista, elegantemente intelectual y progre-guay de su autor, sino la constatación de que toda su cháchara no puede ocultar que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
De los señores progresistas indignados porque alguien insinuara que el aborto se podría convertir en un método anticonceptivo más, nunca más he sabido. No les he oído indignarse por el hecho de que 120.000 mujeres utilicen el aborto, básicamente, como un método anticonceptivo más. Supongo que en el fondo es lo que esperaban, y están más que satisfechos. Salvo las adolescentes (a las que llevan sus propios padres de la mano al matadero de niños), no existe presión social alguna en torno al “honor femenino” o cosa parecida para abortar. Se hace por cobardía y egoísmo. Existen numerosos atenuantes o eximentes: probablemente la propia legalización del aborto hace casi 30 años ha hecho que se tome como algo aceptable. Hay, sin duda, algunas con problemas económicos, o con amenazas, sean sentimentales o laborales, o con presión cercana para no tener al hijo. Tienen razón los proabortistas en una cosa: a nadie se obliga a abortar (bueno, digamos que “de momento”, a expensas de que el “comando Arcadi Espada” logre influir en la ley para que se aborte por decreto a los “defectuosos”). Así que al final es una decisión personal de la mujer. Lo de que es “terrible y dolorosa”, y todas las mandangas sentimentaloides que se suelen adjuntar al hecho no oculta algo muy evidente: que lo terrible y verdaderamente doloroso es matar a tu propio hijo. Lo digo porque este artículo lleva ya una buena cantidad de farfolla, pero no debemos olvidar que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
No me sorprende que el gobierno liberal-conservador haya decidido mantener la ley del aborto como la dejó su antecesor liberal-progresista. Lo esperaba. Sorpréndanse o enfádense los que creyeran otra cosa. Me parece encomiable la labor que llevan a cabo asociaciones que ayudan a las mujeres a llevar adelante su embarazo: provida, casas-cuna, red madre, etc (aliento a ayudarlas a todos mis lectores), pero que esa buena obra no nos coarte de realizar un poco de crítica moral: no existen 120.000 españolas desesperadas sin posibilidades de dar leche o pañales a sus hijos por venir. La mayoría lo hacen porque ese hijo no está previsto en sus planes. Y ante la tesitura, 120.000 mujeres al año eliminan al hijo. Ese razonamiento hace que lo natural (el instinto materno) deje de ser lo normal (lo normalizado social y legalmente). La mayoría de las españolas están en una posición de “Yo no lo haría, pero si cambiaran mis circunstancias… tal vez”, y sobre todo el mantra de “cada cual que haga lo que crea mejor” (mantra sólo aplicable a nacidos), y “yo respeto la libertad de cada una”, que se puede traducir por “me importan un pimiento las demás, y dos pimientos sus hijos”. Es que con la excusa de no meternos en lo que hace el vecino, hemos olvidado que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
De hecho, que se considere una razón para abortar el que el desnaturalizado padre de la criatura prometa dejarla si tiene al hijo, o que el jefe de turno amenace con echarla si se toma los meses de maternidad, o que tenga problemas para mantener a un niño más, en el puñetero país de Europa que menos ayudas públicas da a los padres; que todo ese tipo de argumentos, en vez de hervirnos la sangre y hacernos cambiar las cosas de inmediato, nos sirva de excusa para aceptar el aborto, demuestra una realidad palmaria: estamos en una sociedad enferma de egoísmo. Una sociedad donde 120.000 mujeres cada año ordenan matar a sus hijos, y al resto de la gente le parece bien, regular o mal, pero nada por lo que preocuparse o tomar medidas. Como mucho, motivo para una irónica burla en la que Jabois se manifiesta preocupado por si el gobierno quiere regular sus coitos. Eso es porque sabe de teología tanto como de embriología o moral. Nada. Ni falta que le hace para ganarse bien la vida. Por eso hay que recordarle que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
Porque no se trata de que una mujer X decida matar a un feto Y. No es cualquier mujer decidiendo acabar con la vida de cualquier no nato. Hablamos de una mujer que manda poner fin a la vida de su propio hijo (nota para feministas: el 50% aproximado de los fetos asesinados es de sexo femenino). Hablamos de que 12 de cada mil mujeres en nuestro país matan a sus propios hijos cada año. Lo natural es que una madre esté dispuesta a dar cualquier cosa, incluso la vida (o quitársela a otro) por defender a sus hijos; pero en nuestro civilizado país 1,2 de cada 100 mujeres encargan matar a sus hijos anualmente. Ejerciendo un derecho legal refrendado por el tribunal constitucional. Lo natural se ha convertido en anormal. Difícilmente habrá un crimen peor que el asesinato del propio hijo indefenso. Vale la pena recordar que es un pecado gravísimo, mortal por principio, que condena eternamente el alma de la mujer que lo comete (supongo que los Jaboises del mundo pueden echarse aquí unas risas a propósito de los fanáticos y estúpidos cristianos, porque la Ciencia [con mayúsculas, por favor] ha “demostrado” que el infierno y el cielo no existen, y son inventos de los curas, mientras se toman unos tintos con calamares, sin saber, o querer saber, que lo único que la Ciencia ha demostrado es que el feto no es un cacho de su madre, sino un ser humano). No me consideraría digno de llamarme seguidor de Cristo si no cumpliese con la mínima caridad de advertir esto públicamente. Lo que me sorprende es que haya tan pocos sacerdotes y religiosos que recuerden algo tan elemental: matar a tu propio hijo indefenso viola salvajemente el quinto mandamiento y te envía de cabeza al averno, aunque la ley civil te diga que has “ejercido un derecho”. Me pregunto si muchos sacerdotes y religiosos no habrán llegado a la misma conclusión que la “Ciencia” de los Jaboises mientras toman unos potes, en vista de que no se habla de esto en los púlpitos. Que no es otra cosa sino que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo. Lo demás es palabrería.
Bien hacemos en criticar y recordar lo malvado de la ley actual, y de la anterior, por cierto. Bien está manifestarse, hacer alertas de internet, hablar de los razonamientos de los nazis con los judíos, campañas de firmas para el parlamento autonómico, nacional, europeo o cósmico; incluso esas cosas tan exóticas de criticar el aborto porque la tasa de natalidad de España está por los suelos (si estuviese muy alta, ¿sería entonces lícito matar fetos?). Bien está decir que hay grupos ideológicos o económicos u otros más inconfesables detrás de la ofensiva mundial a favor del aborto. Pero, ¿alguien se ha parado a pensar lo que significa que en nuestra sociedad unos y otros nos hayamos acostumbrado, como si fuese algo aceptable (ya no digo “derecho”) que una madre ordene asesinar a su propio hijo? En realidad, me pregunto de qué modo puede vivir uno tranquilo en medio de una sociedad donde la mayor parte de la gente encuentra normal que su vecina decida la muerte de su hijo antes de que nazca. Bien decía la Beata Madre Teresa de Calcuta, “si aceptamos el aborto, ¿qué impide que yo te mate a ti, o tú me mates a mí?”. Si a un niño no lo defiende su madre, ¿quién lo defenderá? ¿Policías, jueces, luchadores pro-vida? La auténtica tragedia es que hayamos aceptado el infanticidio intrauterino como algo normal. Porque eso sólo significa que somos una sociedad desalmada. Una sociedad que asesina a sus hijos es como un árbol que se arrancara las raíces: está destinada a destruirse a si misma, a desaparecer, a borrarse del recuerdo. Y esa será la consecuencia lógica, su sentencia y su condena.
Muchas palabras tiene este artículo. La mayoría son redundantes o inútiles. Al final, sólo cabe reflexionar que
Aborto es una madre ordenando matar a su hijo.
Lo demás… es palabrería.
Yahvé honra a la mujer estéril en su hogar, haciéndola una madre feliz Sal. 113, 9

1 comentario:

Susana dijo...

Desde luego no hace falta ningún argumento más para explicar por qué nos oponemos al aborto.